Si los consumidores quieren asegurarse de que estás comprando una madera que no fue obtenida ilegalmente en la selva amazónica,la única salida está en buscar madera certificada.
Si los consumidores quieren asegurarse de que estás comprando una madera que no fue adoptada ilegalmente desde el bosque, la única salida está en busca de madera certificada. En el Brasil, se identifican por un sello con la inscripción FEBIC (Consejo Brasileño de Manejo Forestal). Este asegura que la madera está al día con todas las leyes ambientales, también que se respetan los derechos de sus empleados y las comunidades que viven cerca a la explotación en la selva.
Según la Oficina de Gestión y Certificación Forestal y Agrícola (IMAFLORA) y organizaciones no gubernamentales especializadas en la consulta para obtener el sello, existe hoy en Brasil 54 mil kilómetros cuadrados de terreno -zona ligeramente más grande que el Parque Nacional de Tijuca, en Río de Janeiro-, zona certificada para la eliminación de la madera. Algo más de la mitad de esa zona (28 mil kilómetros cuadrados) está autorizada para ser explorada en busca de madera nativa, mientras que el resto está certificada para el corte de la madera plantada, como son los pinos y los eucaliptos.
En comparación con el total de la madera utilizada, las cifras son aún tímidas, y los consumidores tienen dificultades para encontrar este tipo de madera en el mercado. Según Karina Aharuniã, que coordina el grupo, "los compradores de productos forestales certificados", sólo hay dos concesionarios de la ciudad de São Paulo que pueden vender la madera con el sello FSC. Señala que uno de los principales obstáculos para lograr un aumento en el volumen de madera certificada es la dificultad que los madereros tienen para comprar la tierra con los documentos legales. "Hay un deseo de satisfacer, pero todo esto es cuestión agraria, la documentación no existe, es documentación falsa. Implica un trabajo muy difícil ", informa.
Largo camino
Obtener un sello de certificación no es tarea fácil. El primer paso es contratar a un consultor autorizado, el cual guiará y supervisará todas las etapas del contrato. "Un plan de gestión aprobado por el gobierno es lo primero que se pidió", explica el coordinador de la certificación de IMAFLORA, Leonardo Sobral.
Si la empresa tiene problemas con las comunidades que viven alrededor en el bosque que será explotado, el certificado no se expide. "Comprobamos que se han considerado a los indígenas, a las comunidades tradicionales, donde se desea tener acceso en los bosques", dice Sobral.
Más estrictas que las leyes
Para la certificación que busca proteger el bosque, la gran ventaja del sello es una garantía de que la madera también ha sido requerida por ley. "El plan de gestión aprobado por el IBAMA no tiene ese nivel de exigencia. Exigimos la plena aplicación del plan de gestión. A menudo es hermoso, pero no se pone en práctica", explica Sobral.
Segundo o Instituto de Manejo e Certificação Florestal e Agrícola (Imaflora), ONG especializada na consultoria para a obtenção do selo, há hoje no Brasil 54 mil quilômetros quadrados de terras – área pouco maior que o Parque Nacional da Tijuca, no Rio de Janeiro – certificadas para a retirada de madeira. Pouco mais da metade dessa área (28 mil km²) está autorizada a explorar madeira nativa, enquanto o restante está certificado para o corte de madeira plantada, como pinus e eucalipto.
Ela aponta que uma das principais barreiras para conseguir aumentar o volume de madeira certificada é a dificuldade que as madeireiras têm em comprar terras com documentos legalizados. “Existe uma vontade de certificar, mas existe toda essa questão fundiária, de documentação que não existe, documentação falsa. Isso dificulta muito o trabalho”, relata.
A falta de terrenos legalizados já barra muitas empresas nessa fase do empreendimento: para conseguir aprovar um plano de exploração no Ibama, é necessário apresentar todos os documentos que provam a propriedade da terra – coisa rara na Amazônia.
Passada essa etapa, a certificadora analisa o plano de exploração. A regra básica é que a fazenda seja dividida em 30, e cada parte seja explorada durante um ano. É feito um levantamento de todas as árvores do lugar, e poucas espécies vão para o chão.
Outro aspecto analisado pela certificadora é a relação da empresa com seus empregados. Eles devem ter carteira assinada, utilizar todos os equipamentos de proteção e ter acesso a alojamento e banheiros adequados.
Se a empresa tiver problemas com as comunidades que vivem nos arredores da mata a ser explorada, o certificado também não é expedido. “Verificamos se ela respeita índios, comunidades tradicionais, se permite o acesso à floresta”, conta Sobral.
Quando a exploração começa, cada árvore ganha um número, como um RG, que acompanhará cada tábua e até mesmo os móveis gerados a partir dali. “É feita toda a rastreabilidade da madeira. Em cada nota fiscal de produto certificado tem que ter o código”, diz o coordenador de certificação do Imaflora. Para verificar se a empresa continua respeitando as regras da certificação, é realizada pelo menos uma visita por ano às instalações da madeireira.
Fuente: www.globoamazonia.com